4/9/09

Duende y embrujo en la ciudad de Las Brujas

Afortunadamente, y digo afortunadamente, el aficionado daimieleño pudo disfrutar del toreo de su torero. Aunque muchos de los aficionados que se sentaron en el tendido no sentían ninguna afinidad por el diestro, más bien estaban al acecho de ver los errores que cometía el de Daimiel, para criticarlo aún más. Pero se dieron de bruces contra el suelo, ya que Luis Miguel Vázquez volvió a sacar la raza de torero que le caracteriza para embrujar a los presentes. Hasta los más excepticos de la tarde creyeron nuevamente en que Daimiel tiene un torero. La lástima es que dejaran de creer un día y abandoran su fe, puesto que Vázquez siempre ha dado la cara y ha sido fiel a su estilo. El toreo es como todo en la vida, cuando uno está arriba tiene infinidad de amigos. Sin embargo, cuando la cosa no va tan bien, ay amigo mío, ya no quiere nadie saber nada. Bueno nadie no, sería mentir, tan sólo los buenos amigos, los que están en los malos momentos animando al diestro.

Metiéndonos en materia taurina lo que hizo en Daimiel Luis Miguel Vázquez es para guardar en la retina por muchos años. No se puede torear mejor, con el mentón en el pecho, la cintura quebrada, metiendo los riñones, en una palabra estampa de torero antiguo es lo que dibujó Luis Miguel en el albero que lo vio crecer.

Vázquez estaba acartelado con dos figuras del toreo, y sabía, a ciencia cierta, que iban a medirlo muy en corto, por ello debía apostar fuerte para ganar. Sin pensárselo se dirigió hasta la puerta de toriles para recibir al tercero de la tarde a portagayola. Le dio una larga cambiada aguantando el tipo hasta que el burel se fijó en su percal, a continuación llegó un fajo de verónicas de manos bajas con mucho duende, de esas que hacen historia por el sentimiento que se le imprime, aunque esas verónicas estuvieron rodeadas de cierta aureola, con el polvo que se levantó parecía que estabamos en otra dimensión.

El tercio de varas corrió a cargo de José María Expósito que colocó un puyazo en lo alto.

En el segundo tercio fue Rafael Gago y Alberto Berzosa quienes pusieron los palos en el astado de Ana Romero. Un buen primer par dejó Gago en el burel.

Brindis al público por parte del matador y comienzo de una faena antológica, de esas que hacen época. Con mucho temple Vázquez embarcó en la muleta al ejemplar de Ana Romero. Hubo series de gran profundida y hondura como dos que dio al natural, donde la franela barría la arena a su paso. También dio series con la diestra de gran calidad, y lo mejor fue la rubrica, una estocada en muy buen sitio, que le sirvió para pasear los dos apéndices por el redondel.

Aún no se había terminado la obra, quedaba un gran epílogo, debido a que el torero puso toda la carne en el asador para transmitir a los tendidos, puesto que el sexto de la tarde era muy sosito.

Verónicas de cante hondo fueron las que dió Luis Miguel Vázquez al que cerraba plaza, remantándolas con una bella media.

En el tercio de varas le correspondió a Ignacio Sánchez picar, aunque también tuvo que picarlo Expósito al irse el de Ana Romero a su jurisprudencia.

En banderillas se desmonteró Félix Jesús Rodríguez al dejar dos excelentes pares, le acompañó Alberto Berzosa.

El brindis, en esta ocasión, fue para el presidente de la corrida, tras enviar la montera al palco se colocó el diestro para dar los primeros muletazos al soso sexto.Otra faena de importancia y poca repercusión por la poca transmisión del toro, aún así se constató que Luis Miguel Vázquez está en un momento excelente, entiende a la perfección a los toros que le tocan en suerte, enjaretando una faena de gran temple por ambos pitones, en donde la profundidad y la hondura son la calve.
Otra gran estocada que de haber tenido más motor el toro hubiera sido un triunfo mayor. Aún así cortó una oreja.

2 comentarios:

un chucho dijo...

OLE Y OLE, MUY ACERTADO EL ESCRITO

Anónimo dijo...

Yo también pienso lo mismo.
Además este pedazo de torero, si no tiene aportunidades como va a demostrar su valía.

Saludos Antonio Castro