4/9/08

No pudo ser

La historia no se ha vuelto a repetir, no ha podido abrir la puerta grande de su pueblo. La espada le ha privado de ese privilegio. Aún así no debe lamentar el no haber tocado pelo, puesto que su actuación no ha sido mala.
En su primero se abrió de capa, quebrando la cintura y bajando las manos, toreando con los dedos como si lo que pretendiera era acariciar el viento, cuando lo que acariciaba era al toro. Un comienzo de historia muy bonito para luego no tener un final feliz. Con la muleta ha habido momentos de altibajos, el toro no tomaba los engaños como debía y luego al final la tizona tampoco ha querido entrar.
La segunda parte de la historia ha cambiado, con el capote poco se ha visto. Lo bueno ha llegado con la muleta. Ha creado una faena de las que hacen época. Tandas con la derecha y al natural de grandes kilates. Y de nuevo el fallo con la espada.
Habrá que mejorar el final de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El toreo de capote al primero de sus toros, y la faena de muleta a su segundo, son de esos momentos que aunque fugaces jamás se olvidan. Son claras, luminosas imágenes para toda retina testimonial; luz mágica que entra por los ojos para cautivar el alma de todo aficionado exquisito.

La intuición innata, la maestría y la sabiduría de Enrique Ponce se me nubla y se me difumina en (¿subjetivos?, pues sí; ¿por qué no?) defectos ventajistas de toreo distanciado, facilón, falto de riesgo y por lo tanto sin la emoción que pide este arriesgado arte.

Lo de Luis Miguel Vázquez es otra cosa: es misterio, es duende, es magia, es ese no sé qué indefinible que te hace saltar como un resorte del asiento para exclamar como un poseso: ¡OLE!. ASI SE TOREA...!.

¿Para cuándo a la suerte de matar se le va dejar de llamar (el toreo ha evolucionado y su fin está en si mismo y en su arte; no en la muerte del toro) "suerte suprema"?