La espada le privó de un triunfo mayor en Manzanares

Segunda tarde en la que se enfundaba el traje luces. Desde el mes de enero, concretamente el 20 de mayo hasta el 12 de julio han pasado muchos meses para un torero de la calidad de Luis Miguel Vázquez. Aunque han sido muchos los meses en los que ha estado sin torear, apenas se notó la ausencia de tardes, únicamente en la espada. Con lo certero que ha sido siempre, no fue su día con la tizona.

A su primero lo recibió con un fajo de verónicas de bella factura, tanto es así que a muchos de los asistentes, aunque la entrada sólo registrara un tercio de plaza, les parecieron auténticos carteles de toros. De esos que cuando los miras te quedas embobados. Pues así dejó al respetable en los lances de recibo. Sí con el percal ya dejó muestras de la condición en la que pisaba el ruedo, con la franela lo terminó de confirmar. Flexionado le dio los primeros muletazos, sometiendo al morlaco. Ciñiéndose a las embestidas se lo pasó muy cerca por el pitón izquierda, ya que en el derecho le había avisado en un par de ocasiones que por ahí no le hiciera nada puesto que no iba a tragar. Entendió muy bien al de Las Monjas pero no remató la faena. La espada no quería entrar. En tres ocasiones lo intentó pero fueron a dar en hueso. A la cuarta entró la espada, que sí esta estocada hubiera sido a la primera su labor tendría mayor resonancia.

Su segundo toro de salida parecía que no quería saber nada. Luis Miguel le ofreció su capote y ni siquiera lo apreció, pasó de largo. En su segunda vuelta sí que accedió a coger los vuelos del percal pero sin emplearse a fondo. Mismos comienzos de sometimiento del astado. Con este si pudo torear por ambos pitones, aunque con la izquierda hubo algún que otro enganchon. Un pinchazo para después dejar una estocada.

Dos ovaciones con saludos en el tercio y de fondo algunos pitos. Muy bonita la plaza de Manzanares pero el respeto al que está toreando es una lección que deben aprender el público que se sienta en el tendido.