Ya lo decía Calderón de la Barca: "La vida es un sueño y los sueños, sueños son", pero si esos sueños en lugar de efímeros son reales, hacen la conjugación perfecta para que la vuelta a los ruedos de Luis Miguel Vázquez nos transporte a aquellas tardes de verano en el que el torero salía, tarde sí y tarde también, a hombros de las plazas en las que toreaba.
Un aficionado que hoy hubiera ido a la plaza sin conocer nada de los diestros que han hecho el paseíllo, no hubiera discernido que era el primero de la temporada de Luis Miguel Vázquez, y mucho menos que reaparecía después de nueve años sin vestirse de luces. Es como si este impax de tiempo no hubiera transcurrido y que un sueño lo hubiera atrapado durante este periodo para hacerlo despertar ahora de ese letargo tan largo en el que se ha sumergido su toreo, y por ende su persona.
Sueños que no han cesado de estar presentes en las mentes de sus seguidores, de volver a soñar el toreo que un día pellizco su alma, desde el momento que se anunció su vuelta y se puso fecha a la tarde que haría el primer paseíllo, que esperemos que sean unos poquitos más. Porque el arte hay que dosificarlo, para que su esencia desprenda ese aroma de pureza, que sólo los que poseen ese don saben imprimirle.
El sueño de una noche de verano lo ha escrito Vázquez en un fragmento diferente a la comedia que en su día escribiera Shakespeare cinco siglos atrás. Su sueño ha sido abrir la puerta grande en su reaparición y así ha sido, con la verdad y pureza que le caracteriza. Seguro que más de una boca ha callado, sobre todo de aquellos que cuestionaban su vuelta con el típico comentario de si iba a poder con los toros o no. No solamente pudo, sino que derrochó torería y saber estar.
Aunque esa faena soñada, tantas noches en su mente, no la haya podido interpretar porque el burel no era ese toro que embestía desde el primer momento que él se abría de capa en sus sueños, sí le han permitido los de Alcurrucen destapar ese tarro de las esencias para poder disfruta de la vuelta a los ruedos de un torero que en su día ilusionó e ilusiona. Un torero de arte con el poso que dan los años y la madurez necesaria para torear con esa torería que le caracteriza.
Tras deshacerse el paseíllo se guardó un minuto de silencio por el ganadero Manolo Lozano. Tras finalizar los aficionados le dieron una tímida ovación con la que saludo igual de tímido. Eso no podía quedar así, por lo tanto se volvió a repetir la ovación y Vázquez salió a recibir el cariño del respetable al tercio.
Seriedad en su mirada, fija en los toriles, cuando salió "Alcaparroso", herrado con el número 112, salió a saludarlo a la verónica, una pena que la polvareda, por no regar un poco antes del comienzo, privará de la visibilidad merecida. Brindis a Valentín Cuevas, quién está viviendo junto a él está nueva etapa. Comenzó la faena con su sello personal por el pitón derecho, dejando un par de tandas de muy buen sabor. Al natural, no puedo aprovechar ese buen pitón del astado por qué se levantaron rachas de viento y lo dejaban desarmado. En la primera tanda se empezó a saborear esa mano izquierda y lo que nos tiene que ofrecer. Una pena que al entrar a matar el toro le hiciera un extraño y la espada quedará tendida. Al segundo intento se tiró con determinación y le cortó la primera oreja de la tarde, con fuerte petición de la segunda. Que no paseó porque se la lanzó a un joven aficionado que se la pidió con insistencia.
Con el segundo se quitó la espinita de torear frente a las inclemencias meteorológicas y del terreno. Estuvo más a gusto y se pudo ver un par de verónicas con identidad propia y la media de remate. La faena que imprimió a "Flauta" tenía la melodía cante jondo con esa profundidad de dicho palo del flamenco. Profundidad que confiere un sentimiento clásico en su toreo, con mucho empaque y alargando la embestida del animal con esa mano izquierda poderosa en la que cuajó muletazos de gran belleza y donde demostró que viene pisando firme, asentando las zapatillas y citando a toro en el terreno en el que le va a sacar el máximo rendimiento. Estocada en todo lo alto y en la que sufrió un pitonazo en el pecho. Dos orejas para redondear está tarde histórica en su haber de reencuentro con la afición y sobre todo con su sentir torero. Vuelta al ruedo al ejemplar de Alcurrucen.
Y salida a hombros junto con sus compañeros de cartel Fernando Tendero y Antonio Linares. Y no podía faltar el Mayoral de la ganadería, puesto que en Pozuelo de Calatrava se vivió una tarde para crear afición tanto por el juego de los animales como por el toreo de los tres diestros.
Fernando Tendero volvió a dar la dimensión de torero importante con el que se debería contar más en los carteles. Nunca defrauda, su toreo gusta y la afición quiere verlo. Ojalá que así sea.
Antonio Linares, a pesar de las pocas oportunidades que tiene, resolvió la tarde con su estilo particular de torear.
Foto salida a hombros cedida por: Ignacio Rubio
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