25/3/11

Camino de Portugal

Amanece un nuevo día, aunque el alba no ha despuntado todavía. Hay que madrugar para poder llegar a tiempo hasta el país vecino. Las primeras luces del sol asoman por el horizonte, mientras los kilómetros van sumándose desde que Luis Miguel Vázquez abandonó su localidad natal, Daimiel.

En esta ocasión va camino de otro tentadero, pero no en España, sino en Portugal. Allí lo espera José Nuncio, propietario de la vacada de Branco Nuncio.

Muchos kilómetros acuestas hasta llegar a la finca, pero eso no le importa al joven torero y a su mozo de espadas. Lo que quiere en estos momentos es medirse con las becerras.

Se intercambian los saludos pertinentes, y se viste para la faena campera que le espera, los trastos esperan en el burladero, dispuestos como le gustan al matador. Su capote preparado para lancear. Coloca a la becerra lusa para que se pruebe en el caballo de picar, mientras Luis Miguel Vázquez observa sus reacciones, al igual que lo hace el ganadero, que toma nota de todo lo que ve. Una vez vista, Vázquez coge la muleta, la prueba, pero la calidad de la becerra no es mucha, y el torero no puede realizar la faena soñada. Aún así lo intenta, quiere sentir cerca los pitones de la vaca, escuchar su respiración. Se miden en la distancia corta, pero siempre la muleta es la que manda, la que debe tomar la de Branco Nuncio, y la que le ofrece gustoso Luis Miguel Vázquez. Aunque le cueste tomarla. Se la vuelve a ofrecer, y de nuevo duda antes de arrancarse.

Termina el tentadero y el torero no se va con buen gusto. Las becerras no le han servido mucho, aunque analiza las cosas positivas. Y mientras regresa a España va con la mente puesta en su nuevo compromiso.


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