Luis Miguel Vázquez volvía a hacer el paseíllo en su plaza, con la ilusión por bandera y con esas ganas inmensas de saldar una deuda, principalmente con él mismo.
Allá por el año 2016, el sabor agridulce de una despedida rondaba por su cabeza y máxime cuando en su plaza no pudo entregarse como lo solía hacer. Venía lesionado de otra tarde, en concreto en la plaza de Villarrubia de los Ojos, aún así con el pundonor que le caracteriza cumplió con el compromiso ante sus paisanos, pero tan sólo pudo hacerlo con el primero, al ser prendido y reabrir viejas heeridas.
Parece que el destino y el traje rosa quisieron rememorar vivencias pasadas, en esta ocasión privando de toda la faena a la afición. Porque cuando se torea con la pureza que lo hace Luís Miguel Vázquez y te ajustas tanto al remate de una media te topas con la pata del astado que interfiere en su destino.
Tras el minuto de silencio por el 40 aniversario de la muerte de Yiyo, sonaron los acordes del Himno Nacional. Una vez deshecho el paseíllo y con los diestro lanzando verónicas al viento probando el percal, hizo su presencia en la arena del redondel el presidente de la peña taurina Daimieleña y el alcalde de la localidad Leopoldo Sierra, para hacer entrega de una placa con memorando el 20 aniversario de alternativa de su torero, Luís Miguel Vázquez.
Tarde de expectación y dramatismo en la plaza. La arena dorada aguardaba silenciosa el galopar del burel, mientras el sol, implacable, encendía los perfiles de las barreras. El público, que llenaba más de media plaza, esperando ver el embrujo de su torero. Había ganas, el run run no dejaba de oírse en los tendidos. Con el sólido del clarín anunciando la salida del primero de la tarde se hizo el silencio, todos atentos a la puerta de toriles. Por allí apareció 'Malagueño' con un presagio oscuro, todo estaba por escribirse. Toro serio de estampa y pronto en su embestida, no tardó en fijarse en el capote de Luís Miguel Vázquez, que sereno, lo recibió a la verónica. Dibujando en el aire ese primer trazo que se hizo poema a medida que lo iba sacando a los medios. Música sin sonido salía de su capote, coreado por los olés más profundos.
Consiguió lo que tantas veces se ansía y tan pocas se alcanza con los toros de albaserrada: la verónica templada, honda, rematada con una media muy ajustada. Aquella media, que había nacido poema, se truncó en tragedia. El destino, siempre acechante, reclamó su tributo, que en mala hora esa pata le hizo perder el equilibrio. Como pudo se hizo el quite con su capote, tapándose, pero no sólo se lo haría él sino la Virgen de las Cruces que evitó que la cosa fuera a más. el brazo mal colocado para protegerse fue el que se llevó la peor parte con la consiguiente luxación de la cabeza del humeral y rotura.
La tarde se quedó herida para siempre puesto que su torero no podía volver al albero, no podía cumplir ese sueño que llevaba rondando durante nueve años en su cabeza, porque cuando uno nace torero, por mucho que se retire de la profesión y se quiera apartar, no puede, porque eso va impreso en la sangre y el gusanillo del peligro, la adrenalina con la que conviven les pide paso.
El poema quedó inconcluso, con anhelo de que el son de su capote y la filigrana de su muleta vuelvan el próximo año, para resarcir a la afición de ese mal sabor de boca que dejó 'Malagueño'. Esperemos que el destino, juez invisible, ande lejos ese día y pueda mostrar el duende que tienen sus muñecas, la enjundia de su toreó acompañada siempre con temple, cadencia y hondura, donde el toreó es arte y arte tiene el sabor de Luis Miguel Vázquez.
Pronta recuperación maestro, y a seguir soñando el toreó eterno que brindes a tu afición el próximo año. Escucha en cada rincón de tu alma el susurro de lo eterno, la fuerza que te impulsa a seguir y la magia de creer en tus propios sueños. Puesto que en el alma, la magia y el silencio se esconde la verdad más pura.